Volvió a
intentarlo durante varios días, buscaba desesperadamente aquel lugar luminoso,
que ya a estas alturas la había enfermado, y con cada intento solo le quedaba
el cansancio. Una mañana de un domingo, su padre le cambiaba el marco a uno de
los cuadros que adornaban la sala. Por más de cinco minutos o quien sabe cuánto
más, Katherine solo podía observar, detallar en trance el viejo marco vacio.
Simplemente lo observaba sin más, sin pensar en nada ni nadie, absorta ahora en
un mundo nuevo tan nuevo que apenas se alcanzaba a formar de la misma nada,
pero una nada que estaba constituida por algo especial, una que era básicamente
un lodo blanco como la cal con una consistencia similar a la miel. Era una nada
de la cual las cosas emergían ahora como globos, flotando en un vacio tan
blanco como la nada misma, y fue justo cando las cosas empezaban a tener color
que lo recordó. Ella había atravesado un marco vacio antes de encontrar aquel
lugar. Para su padre que estaba tan ensimismado como Katherine, solo podía
prestarle atención a su trabajo. De esta manera su padre nunca se entero de cuando
su hija miraba el cuadro, ni mucho menso de cuando esa se desvaneció, justo
como la nada blanca se formo, justo como las cosas comenzaron a moldearse y
tomar color, justo cuando empezó a recordar por donde paso para encontrar el
sitio de la tranquilidad, de la misma manera Katherine se desvaneció en el
aire.
Su cuerpo en ese momento no
sintió dolor ni pena, tan solo un éxtasis, pues aunque no sabía si volvería a
la realidad, si sabía que aquel desvanecer la llevaría a donde quería. Y fue
así como apareció nuevamente ante aquel lugar, el de la tranquilidad. En
cuestión de segundo su cuerpo ya se había materializado en aquel lugar tranquilo,
que ahora parecía perturbado por una oscuridad en las cercanías, ya que a pesar
de tener una muy buena visión, la luz que ella tanto deseaba ver de nuevo solo
bañaba un espacio no más grande que unas cuantos metros a su alrededor, a lo
sumo unos tres metros a la redonda. Trato de alcanzar aquella oscuridad con su
mano, pero la luz se movía con ella, se movía como si estuviera en alguna
especie de escenario en el que se estuviera exhibiendo alguna obra en la que
Katherine fuera la actriz principal. Desistió de tal labor y tan solo empezó a caminar. Buscaba ahora
aquel tronco donde había descansado la vez anterior, cosa que olvido
rápidamente al descubrirse ente ella tres estatuas de mujeres. La primera tenía
los ojos vendados y estaba en posición de oración. La segunda no poseía labios
y en sus manos empuñaba una espada. La tercera cargaba un cetro en una de sus
manos, en la otra una pequeña ave se posaba. Esta estatua no poseía rostro
alguno, tan solo una corona de espinas con cinco rosas. Dichas estatuas estaban
en las puntas de un triangulo equilátero en el cual había un circulo. Además de
la extrañeza de dicho monumento en el medio de la nada, no causo nada más.
Katherine siguió su marcha y fue
así como apareció ante ella un camino de piedras. Dicho camino parecía no tener
desviaciones ni curvas muy pronunciadas, ya que seguía de manera muy limpia una
línea recta, a su vez continua, que presentaba un patrón en la colocación de
las piedras. Una pequeña, una con el doble de la primera, ambas cuadradas. Una
central, la cual era redonda y con el doble de la segunda. Las siguientes dos
rocas eran exactamente las dos primeras en orden de aparición inverso. En dicho
camino encontró tres objetos, un espejo de mano con forma de media luna, un
pincel muy lago y fino de madera y una linterna. Los dos primeros objetos los
introdujo en sus bolsillos. Con la linterna trato de alumbrar más adelante del
círculo de luz que la rodeaba. De inmediato su círculo de luz se torno de
oscuridad y observo como todo su alrededor fuera del circulo se iluminaba, pero
a pesar de eso no pudo distinguir nada ya que una luz más fuerte y blanca que
la de aquel lugar le encandilo los ojos y al instante estaba sumergida en el
arrollo cerca de su casa hasta la altura de la cintura.
Aun poseía los objetos consigo,
pero la interna ya no servía. El espejo el cual parecía estar con la curvatura
de la luna hacia la izquierda se había invertido, y el pincel estaba tan tieso
como el concreto. Un sin sabor y una impotencia era lo que sostenía entre sus
manos ahora.
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