Así pensó que se encontraba aquella muchacha, mas extraviada en si misma que en el espacio. Prefería hacerlo así, ya que su realidad le resultaba un espanto. Eran ya 40 los días que tenia hacinada en aquel cuarto oscuro, donde todo el mundo sabia que se encontraba, pero donde nadie se atrevía a buscarla.
Mientras respiraba, sentía como poco a poco el dolor se desvanecía. Salia de su cuerpo en cada exhalación, pero como mucha de las cosas que ultimadamente había hecho, aquello también era en vano, pues con cada inhalación ese mismo dolor que se había ido, regresaba con otro color. Otro tono. Como otro regalo, uno de esos que sabes que no te pertenece, y que nunca sera tuyo, por mas que lo hayas usado o cuidado.
Lo cierto era que aquel cuarto ya no soportaba mas oscuridad, no soportaba mas ese vapor, ese que quema la piel y llega hasta al musculo, pero también era cierto que ella ya no podía salir, aunque mas que eso ya no se atrevía. Ya no era justo para ella ni para nadie que lo hiciera, al menos por ahora y hasta ahora, aquello era lo mejor, pero como toda idea humana, en algún momento se quiebra, y da paso a esos miedos e incertidumbres, que bien terminas venciendo, o terminan matándote.
Katherine había matado a su amante, a su hermana, a su novio, y a su nana. Ella había acabado con muchas vidas, que a su vez apagaron muchas de las miradas, que una vez se posaban sobre ella. Nadie la buscaba para juzgarla. Y era eso lo que realmente mas la molestaba.
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