Pensar como las instituciones religiosas han crecido hoy en día se convierte en un tema bastante polémico, bastante complicado me atrevería a decir, y si uno de complejidad considerada, que en oportunidades no llega a ningún lado. Mi predicamento del día es, como a veces nos hacemos dependientes de Dios, y como mucho mas aun, la iglesia, depende mas de Dios para todo. ¿A que en realidad me refiero?, simple, al como hoy en día, dejamos que todo se solucione solo y no hacemos nada por cambiar nosotros.
En años anteriores, y popularmente en la época de los noventa, durante mi primera década de vida, era normal ver en muchos programas de televisión de índole sensacionalista, y algunos otros serios, como aparecían figuras religiosas en objetos inanimados, desde vasos, hasta plantas, estas figuras, siendo algunas falsas, y algunas otras aun en estado de duda, fueron llamadas fervientemente como MILAGROS, pruebas del reino de los cielos. Sin importar el motivo, hoy en día, es común ver como aquellos milagros se han cambiado por otros, pero en el mismo plano, el plano de lo grandioso, el plano de lo sorprendente, de lo desafiante a las leyes de lo natural, de lo normal y común que conoce y comprende nuestro entendimiento.
Ahora póngase ud. a pensar, ¿Como esta ud. caminando?, ¿Como esta ud. aun con vida?, ¿Como ud. puede ver, comer, sentir, u otra habilidad extraordinaria que damos por común?, y si, muchas de las cosas de este mundo, las que realmente son extraordinarias las damos por común, por vulgares, por simples, son las que realmente representan un milagro, son esas las verdaderas cosas que nos hacen la vida maravillosa, pararse tarde y tomar el bus a tiempo, conseguir un techo antes de que la lluvia caiga encima, poder sentir la brisa cuando sopla un calor abrazador, sentir la lluvia en tu rostro y disfrutar la caída de cada gota, poder abrazar a tus seres queridos día a día, poder observar con tus ojos el mundo, saber que aun tienes mucho por ver escuchar, sentir y ver, poder besar a tu amado o amada en los labios, esos son los verdaderos milagros, cuando hacemos de un lado las diferencias y nos ayudamos como hermanos, o como cuando le tendemos la mano a ese humilde desconocido convirtiéndolo en nuestro hermano, es allí cuando somo parte del milagro.
No se trata de pedir imposibles, no se trata de dejar que las cosas se den solas, es luchar por que se realicen, es vivir por que se alcancen, no es tratar de depender de Dios, es tratar de hacer posible sus milagros, somos la manifestación de eso, de una voluntad infinita que nos invita a ser felices, que nos invita a quitarnos la venda, abrir nuestros ojos, dejar que esa luz nos inunde y nos hagamos uno con ella.
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