Pasaban así las noche entre la indecisión
y la agonía, la agonía del pensar. Una noche
de esas mientras su vista se perdía en las estrellas a pesar de no observar
nada, no porque fuera ciega, sino más bien porque no quería mirar, recordaría ella
el dulce campo de violetas en el cual creía que sería su único hogar. Ese inocuo
lugar al que ella llamaba casa, al que ya no podía volar como lo acostumbraba. Hace
años que en aquellos jardines no hay violetas. Por cosas del destino o el azar,
ahora solo se puede pisar tierra árida en aquel lugar. Lo único verde que queda
es el viejo roble, día a día llegando a su triste final.
Allí también vería al hombre de
los huesos viejos, ese que la visito por última vez, para solo decirle cuanto
la despreciaba, cuanto deseaba que las cosas no fueran así, de cuanto no quería
ayudarla. Por aquel entonces en hombre de los huesos viejos no hablaba con ella….
Solo jugaba. Así pasaban muchas horas estos conocidos extraños, una solo
viviendo como mejor podía, y el otro adelantándose un rato. La señora de los
cabellos blancos solo pudo entrar en pánico al ver a Katherine jugando con
dicho hombre en aquel lugar. Katherine hasta la noche de hoy nunca había entendido
la cara de espanto de la señora de los cabellos blancos, hoy apenas sentía como
murmullo las lagrimas de aquella bruja que solo se deleitaba con el bailar.
Afortunada tu inocencia o tu
ignorancia, cualquiera de las dos, afortunada. Le dijo aquella señora a Katherine,
entre un temblar poco común para ella, que hasta ese día no había conocido el
miedo. Hoy tampoco ha llegado a conocerlo. No el miedo no, no ese miedo al que
estamos acostumbrados, por su parte la pequeña Katherine conoce algo distinto. Tal
vez por su cercanía a la muerte quedo rota su alma, o por quien sabe qué cosa,
pero Katherine solo era capaz de continuar, no detenerse. Tan solo hasta ahora
se encontraba allí, en el suelo, en aquel frio lugar, sin luz ni mucho aire
parea respirar, tan solo hasta ahora esta alma se había quedado quieta,
buscando la paz extraviada, la paz que de niña ella solía amar.
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