Corría y corría, desentendida de
lo que venía detrás. La idea era alejarse lo que más pudiera. La idea era dejar
a los demás atrás. Y cuando ya corrió lo suficiente para perderse, se detuvo
con las manos apoyadas en las rodillas para tomar aliento al lado de un tronco
mutilado cercano. Allí en la luz difusa del lugar, la cual era una composición
de un resplandor blanco que parecía cauterizar todo, que pretendía mantener una
pureza extraña, una pureza en la que no existía un ser unicelular o bacteriano
de alguna índole. Tal vez por ello las hojas del suelo aun se conservaban
intactas. Como si el tiempo nunca hubiera transcurrido, como si no existiera la
corrupción de los cuerpos en aquel lugar.
Luego de reponerse y recuperar el
aire, se sentó en aquel tronco mutilado a observar los detalles que abundaban a
su alrededor. Lo primero que detallo era un silencio zumbado que inundaba el recinto.
Su mente en aquel entonces no lograba entender muchas de las cosas allí, y lo
más seguro que ahora tampoco lo haría. Ya debería estar preguntándose donde
estaría, se dijo para sus adentros Katherine, pero eso no le importaba. Allí
sentía un placer que no había percibido antes, era como lo que sentían las
personas que mueren cuando duermen imaginaba en sus inocencia, la cual a los 12
años de edad aun se conservaba, ¿pero cuanto? Sin importar mucho lo que
sucediera luego, Katherine se lanzo encima de la cama de hojas marrones del
lugar, y allí consiguió dormir casi de inmediato, como si un hechizo la
dominara y la obligara a sucumbir ante su poder. Desde entonces el tiempo se
perdió, y lo que le parecieron 5 minutos se convirtió en noche, lo que trajo en
si la confusión a su mente. Solo las luces de unas lámparas la sacaron de su
letargo.
Al día siguiente sus padres la
mantuvieron en casa, evitando padecer de nuevo la angustia de perderla.
Katherine que se durmió nuevamente apenas llego a su casa, solo pensaba ahora
volver a aquel placido lugar. Ahora ese era su secreto, su secreto personal,
ese que no compartiría con nadie por los momentos, aunque en todo eso había un
pequeño problema, y era que no sabía cómo volver a encontrar tal lugar. Quien
la recogió, Lucas. Le dijo que la hayo a unos cuantos metros de la quebrada,
muy cerca de la choza de las parrilladas, lo cual la hacía dudar de la
existencia del lugar. Por horas dio así vueltas a su cabeza, tratando de
recordar cada pisada y vuelta en un árbol, ya que como acostumbraba a jugar
diariamente en ese pequeño bosque, el cual pensaba que se conocía de memoria
como los demás, el que ahora para su sorpresa, se acababa de convertir en un
laberinto el cual apenas empezaba a explorar. Sin embargo no quiso preguntar
nada a María y Juanito, mucho menos a su hermana Catania, por lo cual esperaría
hasta otra ronda del escondite para perderse nuevamente.
Pero tal vez para que aquello
sucediera tendría que esperar demasiado, y en sus adentros existía una urgencia
de estar allí, de ver esa luz, y sentir como limpiaba las impurezas de su
cuerpo, de cómo la limpiaba de lo terrenal y la transportaba hacia la
divinidad. Katherine solo pensaba en acostarse en ese suelo ya, por lo cual
esperar no era una opción. Podría salir de noche a buscar aquel lugar, justo
cuando todos durmieran, pero eso era muy improbable, pues de aseguro
despertaría a su hermana, y además como estaría segura que reconociera aquel
sitio en medio del bosque, si lo único que lo diferenciaba del resto era el
marrón del suelo y el color de esa luz de día. Definitivamente debía salir a
buscarlo de día. Y así fue como logro escapar a las dos, justo cuando los
mayores están tomando la siesta, luego de que sus monótonas vidas les llevaran
al único hecho justificable de tan rutinario vivir, el almuerzo, el cual poseía
el poder de inmovilizarlos, de detener cualquier esfuerzo de trabajo, pues más
poderoso que un hechizo, aparentemente los cambiaba de forma, de consistencia,
haciéndolos parecer más pesados y robustos. Así Katherine se escabullo lo más
rápido al bosque sin poder encontrar nada en un par de hora. Agotada volvió
cuando creyó prudente, escapándose así de cualquier agravio.
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