Para cuando volvió a su casa su
padre ya había montado el marco, y por más que trato de perderse en dicho
cuadro, no conseguía salir de la sala. Solo le quedaba buscar el marco vacio
del bosque y atravesarlo, pero dicha labor debería esperar hasta el otro día.
Mientras pasaba la cena, el recuerdo del dichoso lugar la transportaba lejos de
la mesa. Su hermana Catania se dio cuenta de lo abstraído del pensamiento de su
hermana, por lo cual en más de tres oportunidades trato de llamar su atención
para sacarla del trance y espabilarla. Después de terminado aquel evento diario
Catania, trato de persuadir a su hermana de que le contara lo que la
perturbaba, sin lograr nada. Katherine no podía pensar en otra cosa que aquel
bendito lugar, lugar que ni siquiera tenía nombre, o nombre que al menos ella
no conocía. Acostumbrada al modo humano de cómo catalogar las cosas, esa hambre
de siempre buscarle a todo una definición, Katherine pensó que tal vez las
cosas que conocía como tal, o las que creía conocer tenían más de una cara, más
de un nombre. Pues a quien se le ocurriría que al atravesar el marco de un cuadro
aparecería en un sitio aparentemente fuera de las leyes físicas conocidas.
Katherine no lo notaba, pero era
cuando no estaba en aquel sitio, que ella empezaba a entrar en razón de lo que
veía, de los simbolismos y significados que podría tener cada una de las cosas
fuera de sí mismas que abundaban en aquel lugar. Como todas las lámparas de
flama negra, o como todas las hojas de vidrio de los arboles. Como si todas y
cada una de las cosas tuvieran dos caras o dos maneras de percibirse. Tan solo
las apariencias. La apariencia por su parte, en si es algo subjetivo, que el
cerebro se empeña en que entandamos, a que nos acostumbremos, de que es así.
Pero hay cosas que se escapan de ese planeado entramado de construcción mental,
de ese elaborado panorama que se nos presenta como realidad, cuando realmente
solo podemos observar lo entendible, lo obvio. De esto y tal vez más Katherine
tuvo que pensar, darse cuenta, entrar en razón, el de que las cosas a simple
vista no son lo que son, lo que deja la pregunta de qué es lo que es… como
saber cómo es realmente lo real, cuando todo es percepción y disparidad. De los
dilemas salía en el fondo la vos de Catania, que le recordaba el hecho de que
tal vez en algún momento debería describir el descubrimiento, decirle de su
predicamento, pero no ahora, ahora no, eso aun debía esperar. Así que la ignoro
lo más que pudo, lo cual mientras su hermana le insistía, la hacía a su vez
pensar en otras cosas, por un rato la hacía olvidar de aquel lugar tan raro.
Fue una mañana muy quieta, donde
no hablo, donde no hizo ruido alguno más que el necesario, donde respiro
suavemente, donde sus pasos eran calmados. Presentía que era vigilada. Que era
observada. Pero ya no era algo de lo que podía dudar, esto era real, era
humano. Era su hermana. Catania que acostumbraba a ser la más dulce de las dos,
la más coqueta dirían algunos, era la más ruidosa, aunque si alguien
hubiese hecho alguna comparación entre
las dos hermanas para saber cuál era la más ruidosa, de seguro hubiesen
concluido que ambas. Ese día las diferencias de actitud se acentuaban en ambas
por dichas acciones de Katherine hacia Catania, quien no descansaría hasta
encontrar respuesta alguna. Katherine solo estuvo segura de una cosa, ese no
era el día de buscar camino al sitio de la tranquilidad de su alma, ya que tal
vez no habría manera de librarse de su curiosa hermana. Dicho día se convirtió
en una semana de tranquilidad que hasta la misma madre considero fuera de
lugar, una señora que acostumbraba a estar en carrera detrás de sus pequeñas,
de pronto no tenia mas canas nuevas poblando su cabeza, pero como todo adulto
concluyo que aquello pasaría y que solo era un mero regalo del crecimiento de
sus muchachas, las cuales ella estaba muy segura que le seguirían dando
problemas. Deben estar cansadas, se decía así misma, mientras se refugiaba en
la lectura de alguna de las novelas releías del están. Catania llego en un
instante en que se le olvido dichos complejos de su hermana y simplemente
decidió volver a su rutina de juegos e ilusiones, volvió a las tardes con el
pequeño Juanito y la ya crecidita María, la cual comenzaba a pensar en los
hombres del arado, los obreros de la hacienda. Katherine había esperado
paciente dicho momento, de nuevo podría perderse en aquel cuadro, perderse en
su lugar soñado. Luis quien era uno de los protegidos de su padre, de la misma
edad de las gemelas, resultaba ser un hombre tosco, tímido y de poco saber. Era
lo que cualquiera podría decir, una piedra en bruto. Katherine siempre sintió
una atracción extraña hacia a él, quien poco hablaba, y eso para ella era algo
diferente, algo que le parecía hasta novedoso, pues cansada del tanto
preguntar, cansada del ruido de los demás, de esos que siempre desean ser
escuchados, con Luis no debería esperar. El simplemente estaba allí para
escucharla, atento a sus palabras inteligentes pero ingenuas, listo para que
ella pudiera confiar.
Es cierto que hay vínculos que no
se pueden romper, hay otros vínculos que pueden llegar a sentirse tan intensamente
iguales a pesar de su corta duración, los cuales pueden inclusive lastimar mas,
marcarte eternamente. Entre Katherine y Luis aquello evidentemente existía,
como algo dulce, sin malicia, solo el afecto entre dos jóvenes seres humanos,
solo eso, un amor aun no confeso, pero mutuo en ambos corazones. Luis quien era
hijo de uno de los mejores amigos del padre de Katherine, fue puesto bajo la
tutela de mencionado hombre luego de que su amigo muriera, y para aliviar la
carga de la madre de Luis quien tuvo 6 hijos, pidió la ayuda a la persona más
allegada para ellos. Carlos así se llamaba el padre de Katherine. Tal vez y por
quien sabe cuántas más razones era que Luis hablaba tan poco, lo único cierto
es que Carlos estaba decidido en convertir al hijo de su más grande amigo en un
hombre de provecho, un hombre derecho, uno que hubiese podido cuidar a su hija
Katherine, uno que hubiese podido hacer una buena labor. A pesar de que Carlos
nunca dijo nada durante el entierro de dicho muchacho, todas esas cosas y mas,
eran las que sentía Carlos por Luis, por su único hijo varón pensaba él, por el
único al que podía dejar a cargo una de sus dulces niñas, y que como el padre
biológico de él, ahora compartía su destino en el olvido de los vivos, para ser
el recuerdo de los muertos.
Katherine debía contar aquello a
alguien, lo de su lugar de ensueño, y allí estaba Luis, dispuesto a quien sabe
cuántos disparates escuchar, pues para él, el solo escuchar la voz chillona de
esa dulce niña de brazos frágiles, era tan similar como pisar el mismísimo
cielo. Y así fue como Katherine por más de dos horas deleito a aquel muchacho
pálido con su voz. El solo podía sonreír, solo podía ser un feliz escucha de
aquella historia, y a pesar de no estar convencido de lo que su pequeña amiga
le decía, el, la siguió en su búsqueda, en su anhelo. Katherine estaba
convencida de que si no tenia ayuda alguna no sería capaz de encontrar dicho
marco en el bosque, el cual no resultaba ser nada pequeño, y la idea de
buscarlo con la compañía de aquel ser era algo más que anhelado, era necesario
para su alma. Luis luego de pasar unos quince minutos apartado de Katherine
buscando en la dirección contraria, pudo hallar al marco del que ella tanto le
hablaba, tirado en el suelo, casi negro y húmedo, con un aspecto de quebrarse
en las manos de quien quisiese levantarlo del suelo. Ante el llevo a la ansiosa
Katherine, la cual ahora solo podía mirar con asombro aquella figura deseada, y
no fue hasta entonces que a su mente llegaron las preguntas, preguntas como si
alguien en particular podría seguirla a aquel lugar, y de no ser así, eso la
pondría en evidencia como una desequilibrada mental, o todo seria producto de
un muy largo mal sueño. Con los años, esa última opción hubiese sido la más
apropiada. Pero la realidad siempre juega con nuestra percepción, o pasara al
contrario.
Por minutos no paso nada. Luis no
atrevía a emitir comentario alguno. Las dudas invadían a Katherine haciéndola
pensar, haciéndola sentirse en ridículo, en que le diría ahora a Luis, que
escusa utilizaría para justificar aquella aventura inentendible según ella
creía para su joven amante silencioso. Los dos trataron de hablar pero apenas
unos pequeños balbuceos lograron nacer de las bocas de ambos, y fue cuando Luis
solo pudo actuar, actuar como lo acostumbraba, sin decir lo que haría, sin
decir que pretendía, tan solo levanto aquel marco del suelo, le quito el polvo,
y lo recostó en el tronco de un árbol cercano. Katherine se sentía derrotada y
confundida. “Vayamos a casa Luis, ya deben estar preguntándose donde estamos”,
fueron las palabras de Katherine justo antes de que sintiera aquel aire
inmóvil, esa luz blanca cauterizante, Luis por su parte solo podía observar con
el asombro de su inteligencia como todo pasaba a ser una mar azul de
inconsistencias, de cosas que cobraban una nueva interpretación extraña, una de
esas que solo se puede observar en un idioma primigenio, en un idioma que
apenas se puede leer. Para cuando todo ya tomo la consistencia que de la
realidad acostumbrada, ambos se encontraban extraviados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario