miércoles, 10 de octubre de 2012

III - En el bosque de los espejos


Para cuando volvió a su casa su padre ya había montado el marco, y por más que trato de perderse en dicho cuadro, no conseguía salir de la sala. Solo le quedaba buscar el marco vacio del bosque y atravesarlo, pero dicha labor debería esperar hasta el otro día. Mientras pasaba la cena, el recuerdo del dichoso lugar la transportaba lejos de la mesa. Su hermana Catania se dio cuenta de lo abstraído del pensamiento de su hermana, por lo cual en más de tres oportunidades trato de llamar su atención para sacarla del trance y espabilarla. Después de terminado aquel evento diario Catania, trato de persuadir a su hermana de que le contara lo que la perturbaba, sin lograr nada. Katherine no podía pensar en otra cosa que aquel bendito lugar, lugar que ni siquiera tenía nombre, o nombre que al menos ella no conocía. Acostumbrada al modo humano de cómo catalogar las cosas, esa hambre de siempre buscarle a todo una definición, Katherine pensó que tal vez las cosas que conocía como tal, o las que creía conocer tenían más de una cara, más de un nombre. Pues a quien se le ocurriría que al atravesar el marco de un cuadro aparecería en un sitio aparentemente fuera de las leyes físicas conocidas.

Katherine no lo notaba, pero era cuando no estaba en aquel sitio, que ella empezaba a entrar en razón de lo que veía, de los simbolismos y significados que podría tener cada una de las cosas fuera de sí mismas que abundaban en aquel lugar. Como todas las lámparas de flama negra, o como todas las hojas de vidrio de los arboles. Como si todas y cada una de las cosas tuvieran dos caras o dos maneras de percibirse. Tan solo las apariencias. La apariencia por su parte, en si es algo subjetivo, que el cerebro se empeña en que entandamos, a que nos acostumbremos, de que es así. Pero hay cosas que se escapan de ese planeado entramado de construcción mental, de ese elaborado panorama que se nos presenta como realidad, cuando realmente solo podemos observar lo entendible, lo obvio. De esto y tal vez más Katherine tuvo que pensar, darse cuenta, entrar en razón, el de que las cosas a simple vista no son lo que son, lo que deja la pregunta de qué es lo que es… como saber cómo es realmente lo real, cuando todo es percepción y disparidad. De los dilemas salía en el fondo la vos de Catania, que le recordaba el hecho de que tal vez en algún momento debería describir el descubrimiento, decirle de su predicamento, pero no ahora, ahora no, eso aun debía esperar. Así que la ignoro lo más que pudo, lo cual mientras su hermana le insistía, la hacía a su vez pensar en otras cosas, por un rato la hacía olvidar de aquel lugar tan raro.

Fue una mañana muy quieta, donde no hablo, donde no hizo ruido alguno más que el necesario, donde respiro suavemente, donde sus pasos eran calmados. Presentía que era vigilada. Que era observada. Pero ya no era algo de lo que podía dudar, esto era real, era humano. Era su hermana. Catania que acostumbraba a ser la más dulce de las dos, la más coqueta dirían algunos, era la más ruidosa, aunque si alguien hubiese  hecho alguna comparación entre las dos hermanas para saber cuál era la más ruidosa, de seguro hubiesen concluido que ambas. Ese día las diferencias de actitud se acentuaban en ambas por dichas acciones de Katherine hacia Catania, quien no descansaría hasta encontrar respuesta alguna. Katherine solo estuvo segura de una cosa, ese no era el día de buscar camino al sitio de la tranquilidad de su alma, ya que tal vez no habría manera de librarse de su curiosa hermana. Dicho día se convirtió en una semana de tranquilidad que hasta la misma madre considero fuera de lugar, una señora que acostumbraba a estar en carrera detrás de sus pequeñas, de pronto no tenia mas canas nuevas poblando su cabeza, pero como todo adulto concluyo que aquello pasaría y que solo era un mero regalo del crecimiento de sus muchachas, las cuales ella estaba muy segura que le seguirían dando problemas. Deben estar cansadas, se decía así misma, mientras se refugiaba en la lectura de alguna de las novelas releías del están. Catania llego en un instante en que se le olvido dichos complejos de su hermana y simplemente decidió volver a su rutina de juegos e ilusiones, volvió a las tardes con el pequeño Juanito y la ya crecidita María, la cual comenzaba a pensar en los hombres del arado, los obreros de la hacienda. Katherine había esperado paciente dicho momento, de nuevo podría perderse en aquel cuadro, perderse en su lugar soñado. Luis quien era uno de los protegidos de su padre, de la misma edad de las gemelas, resultaba ser un hombre tosco, tímido y de poco saber. Era lo que cualquiera podría decir, una piedra en bruto. Katherine siempre sintió una atracción extraña hacia a él, quien poco hablaba, y eso para ella era algo diferente, algo que le parecía hasta novedoso, pues cansada del tanto preguntar, cansada del ruido de los demás, de esos que siempre desean ser escuchados, con Luis no debería esperar. El simplemente estaba allí para escucharla, atento a sus palabras inteligentes pero ingenuas, listo para que ella pudiera confiar.

Es cierto que hay vínculos que no se pueden romper, hay otros vínculos que pueden llegar a sentirse tan intensamente iguales a pesar de su corta duración, los cuales pueden inclusive lastimar mas, marcarte eternamente. Entre Katherine y Luis aquello evidentemente existía, como algo dulce, sin malicia, solo el afecto entre dos jóvenes seres humanos, solo eso, un amor aun no confeso, pero mutuo en ambos corazones. Luis quien era hijo de uno de los mejores amigos del padre de Katherine, fue puesto bajo la tutela de mencionado hombre luego de que su amigo muriera, y para aliviar la carga de la madre de Luis quien tuvo 6 hijos, pidió la ayuda a la persona más allegada para ellos. Carlos así se llamaba el padre de Katherine. Tal vez y por quien sabe cuántas más razones era que Luis hablaba tan poco, lo único cierto es que Carlos estaba decidido en convertir al hijo de su más grande amigo en un hombre de provecho, un hombre derecho, uno que hubiese podido cuidar a su hija Katherine, uno que hubiese podido hacer una buena labor. A pesar de que Carlos nunca dijo nada durante el entierro de dicho muchacho, todas esas cosas y mas, eran las que sentía Carlos por Luis, por su único hijo varón pensaba él, por el único al que podía dejar a cargo una de sus dulces niñas, y que como el padre biológico de él, ahora compartía su destino en el olvido de los vivos, para ser el recuerdo de los muertos.

Katherine debía contar aquello a alguien, lo de su lugar de ensueño, y allí estaba Luis, dispuesto a quien sabe cuántos disparates escuchar, pues para él, el solo escuchar la voz chillona de esa dulce niña de brazos frágiles, era tan similar como pisar el mismísimo cielo. Y así fue como Katherine por más de dos horas deleito a aquel muchacho pálido con su voz. El solo podía sonreír, solo podía ser un feliz escucha de aquella historia, y a pesar de no estar convencido de lo que su pequeña amiga le decía, el, la siguió en su búsqueda, en su anhelo. Katherine estaba convencida de que si no tenia ayuda alguna no sería capaz de encontrar dicho marco en el bosque, el cual no resultaba ser nada pequeño, y la idea de buscarlo con la compañía de aquel ser era algo más que anhelado, era necesario para su alma. Luis luego de pasar unos quince minutos apartado de Katherine buscando en la dirección contraria, pudo hallar al marco del que ella tanto le hablaba, tirado en el suelo, casi negro y húmedo, con un aspecto de quebrarse en las manos de quien quisiese levantarlo del suelo. Ante el llevo a la ansiosa Katherine, la cual ahora solo podía mirar con asombro aquella figura deseada, y no fue hasta entonces que a su mente llegaron las preguntas, preguntas como si alguien en particular podría seguirla a aquel lugar, y de no ser así, eso la pondría en evidencia como una desequilibrada mental, o todo seria producto de un muy largo mal sueño. Con los años, esa última opción hubiese sido la más apropiada. Pero la realidad siempre juega con nuestra percepción, o pasara al contrario.

Por minutos no paso nada. Luis no atrevía a emitir comentario alguno. Las dudas invadían a Katherine haciéndola pensar, haciéndola sentirse en ridículo, en que le diría ahora a Luis, que escusa utilizaría para justificar aquella aventura inentendible según ella creía para su joven amante silencioso. Los dos trataron de hablar pero apenas unos pequeños balbuceos lograron nacer de las bocas de ambos, y fue cuando Luis solo pudo actuar, actuar como lo acostumbraba, sin decir lo que haría, sin decir que pretendía, tan solo levanto aquel marco del suelo, le quito el polvo, y lo recostó en el tronco de un árbol cercano. Katherine se sentía derrotada y confundida. “Vayamos a casa Luis, ya deben estar preguntándose donde estamos”, fueron las palabras de Katherine justo antes de que sintiera aquel aire inmóvil, esa luz blanca cauterizante, Luis por su parte solo podía observar con el asombro de su inteligencia como todo pasaba a ser una mar azul de inconsistencias, de cosas que cobraban una nueva interpretación extraña, una de esas que solo se puede observar en un idioma primigenio, en un idioma que apenas se puede leer. Para cuando todo ya tomo la consistencia que de la realidad acostumbrada, ambos se encontraban extraviados.

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