martes, 28 de agosto de 2012

II - En el bosque de los espejos


Volvió a intentarlo durante varios días, buscaba desesperadamente aquel lugar luminoso, que ya a estas alturas la había enfermado, y con cada intento solo le quedaba el cansancio. Una mañana de un domingo, su padre le cambiaba el marco a uno de los cuadros que adornaban la sala. Por más de cinco minutos o quien sabe cuánto más, Katherine solo podía observar, detallar en trance el viejo marco vacio. Simplemente lo observaba sin más, sin pensar en nada ni nadie, absorta ahora en un mundo nuevo tan nuevo que apenas se alcanzaba a formar de la misma nada, pero una nada que estaba constituida por algo especial, una que era básicamente un lodo blanco como la cal con una consistencia similar a la miel. Era una nada de la cual las cosas emergían ahora como globos, flotando en un vacio tan blanco como la nada misma, y fue justo cando las cosas empezaban a tener color que lo recordó. Ella había atravesado un marco vacio antes de encontrar aquel lugar. Para su padre que estaba tan ensimismado como Katherine, solo podía prestarle atención a su trabajo. De esta manera su padre nunca se entero de cuando su hija miraba el cuadro, ni mucho menso de cuando esa se desvaneció, justo como la nada blanca se formo, justo como las cosas comenzaron a moldearse y tomar color, justo cuando empezó a recordar por donde paso para encontrar el sitio de la tranquilidad, de la misma manera Katherine se desvaneció en el aire.

Su cuerpo en ese momento no sintió dolor ni pena, tan solo un éxtasis, pues aunque no sabía si volvería a la realidad, si sabía que aquel desvanecer la llevaría a donde quería. Y fue así como apareció nuevamente ante aquel lugar, el de la tranquilidad. En cuestión de segundo su cuerpo ya se había materializado en aquel lugar tranquilo, que ahora parecía perturbado por una oscuridad en las cercanías, ya que a pesar de tener una muy buena visión, la luz que ella tanto deseaba ver de nuevo solo bañaba un espacio no más grande que unas cuantos metros a su alrededor, a lo sumo unos tres metros a la redonda. Trato de alcanzar aquella oscuridad con su mano, pero la luz se movía con ella, se movía como si estuviera en alguna especie de escenario en el que se estuviera exhibiendo alguna obra en la que Katherine fuera la actriz principal. Desistió de tal labor y  tan solo empezó a caminar. Buscaba ahora aquel tronco donde había descansado la vez anterior, cosa que olvido rápidamente al descubrirse ente ella tres estatuas de mujeres. La primera tenía los ojos vendados y estaba en posición de oración. La segunda no poseía labios y en sus manos empuñaba una espada. La tercera cargaba un cetro en una de sus manos, en la otra una pequeña ave se posaba. Esta estatua no poseía rostro alguno, tan solo una corona de espinas con cinco rosas. Dichas estatuas estaban en las puntas de un triangulo equilátero en el cual había un circulo. Además de la extrañeza de dicho monumento en el medio de la nada, no causo nada más.

Katherine siguió su marcha y fue así como apareció ante ella un camino de piedras. Dicho camino parecía no tener desviaciones ni curvas muy pronunciadas, ya que seguía de manera muy limpia una línea recta, a su vez continua, que presentaba un patrón en la colocación de las piedras. Una pequeña, una con el doble de la primera, ambas cuadradas. Una central, la cual era redonda y con el doble de la segunda. Las siguientes dos rocas eran exactamente las dos primeras en orden de aparición inverso. En dicho camino encontró tres objetos, un espejo de mano con forma de media luna, un pincel muy lago y fino de madera y una linterna. Los dos primeros objetos los introdujo en sus bolsillos. Con la linterna trato de alumbrar más adelante del círculo de luz que la rodeaba. De inmediato su círculo de luz se torno de oscuridad y observo como todo su alrededor fuera del circulo se iluminaba, pero a pesar de eso no pudo distinguir nada ya que una luz más fuerte y blanca que la de aquel lugar le encandilo los ojos y al instante estaba sumergida en el arrollo cerca de su casa hasta la altura de la cintura.

Aun poseía los objetos consigo, pero la interna ya no servía. El espejo el cual parecía estar con la curvatura de la luna hacia la izquierda se había invertido, y el pincel estaba tan tieso como el concreto. Un sin sabor y una impotencia era lo que sostenía entre sus manos ahora.

miércoles, 22 de agosto de 2012

I- En el bosque de espejos.


Corría y corría, desentendida de lo que venía detrás. La idea era alejarse lo que más pudiera. La idea era dejar a los demás atrás. Y cuando ya corrió lo suficiente para perderse, se detuvo con las manos apoyadas en las rodillas para tomar aliento al lado de un tronco mutilado cercano. Allí en la luz difusa del lugar, la cual era una composición de un resplandor blanco que parecía cauterizar todo, que pretendía mantener una pureza extraña, una pureza en la que no existía un ser unicelular o bacteriano de alguna índole. Tal vez por ello las hojas del suelo aun se conservaban intactas. Como si el tiempo nunca hubiera transcurrido, como si no existiera la corrupción de los cuerpos en aquel lugar.

Luego de reponerse y recuperar el aire, se sentó en aquel tronco mutilado a observar los detalles que abundaban a su alrededor. Lo primero que detallo era un silencio zumbado que inundaba el recinto. Su mente en aquel entonces no lograba entender muchas de las cosas allí, y lo más seguro que ahora tampoco lo haría. Ya debería estar preguntándose donde estaría, se dijo para sus adentros Katherine, pero eso no le importaba. Allí sentía un placer que no había percibido antes, era como lo que sentían las personas que mueren cuando duermen imaginaba en sus inocencia, la cual a los 12 años de edad aun se conservaba, ¿pero cuanto? Sin importar mucho lo que sucediera luego, Katherine se lanzo encima de la cama de hojas marrones del lugar, y allí consiguió dormir casi de inmediato, como si un hechizo la dominara y la obligara a sucumbir ante su poder. Desde entonces el tiempo se perdió, y lo que le parecieron 5 minutos se convirtió en noche, lo que trajo en si la confusión a su mente. Solo las luces de unas lámparas la sacaron de su letargo.

Al día siguiente sus padres la mantuvieron en casa, evitando padecer de nuevo la angustia de perderla. Katherine que se durmió nuevamente apenas llego a su casa, solo pensaba ahora volver a aquel placido lugar. Ahora ese era su secreto, su secreto personal, ese que no compartiría con nadie por los momentos, aunque en todo eso había un pequeño problema, y era que no sabía cómo volver a encontrar tal lugar. Quien la recogió, Lucas. Le dijo que la hayo a unos cuantos metros de la quebrada, muy cerca de la choza de las parrilladas, lo cual la hacía dudar de la existencia del lugar. Por horas dio así vueltas a su cabeza, tratando de recordar cada pisada y vuelta en un árbol, ya que como acostumbraba a jugar diariamente en ese pequeño bosque, el cual pensaba que se conocía de memoria como los demás, el que ahora para su sorpresa, se acababa de convertir en un laberinto el cual apenas empezaba a explorar. Sin embargo no quiso preguntar nada a María y Juanito, mucho menos a su hermana Catania, por lo cual esperaría hasta otra ronda del escondite para perderse nuevamente.

Pero tal vez para que aquello sucediera tendría que esperar demasiado, y en sus adentros existía una urgencia de estar allí, de ver esa luz, y sentir como limpiaba las impurezas de su cuerpo, de cómo la limpiaba de lo terrenal y la transportaba hacia la divinidad. Katherine solo pensaba en acostarse en ese suelo ya, por lo cual esperar no era una opción. Podría salir de noche a buscar aquel lugar, justo cuando todos durmieran, pero eso era muy improbable, pues de aseguro despertaría a su hermana, y además como estaría segura que reconociera aquel sitio en medio del bosque, si lo único que lo diferenciaba del resto era el marrón del suelo y el color de esa luz de día. Definitivamente debía salir a buscarlo de día. Y así fue como logro escapar a las dos, justo cuando los mayores están tomando la siesta, luego de que sus monótonas vidas les llevaran al único hecho justificable de tan rutinario vivir, el almuerzo, el cual poseía el poder de inmovilizarlos, de detener cualquier esfuerzo de trabajo, pues más poderoso que un hechizo, aparentemente los cambiaba de forma, de consistencia, haciéndolos parecer más pesados y robustos. Así Katherine se escabullo lo más rápido al bosque sin poder encontrar nada en un par de hora. Agotada volvió cuando creyó prudente, escapándose así de cualquier agravio.

martes, 21 de agosto de 2012

II - Donde nadie te veia

Molesta o no, Katherine debía levantarse y caminar, al menos hasta los pies de la muerte, muerte que se negaba a guiarla. Y así fue la noche en que hablo con Azrael, la noche que termino conociendo esos ojos negros, esos ojos que solo ,a miraban con pena. Recordaría el frió de aquellas palabras mientras su existencia en el tiempo permaneciera, mientras el espacio se expandiera y perdiera. Debería recordar que ni la muerte quería hacerse con ella.

La humedad yaciente de ese lugar la torturaba con gotas desesperadas, desesperadas de reventar en el suelo, desesperadas de caer al vació. Y en su desespero conseguían calma en aquella piel morena, en aquellos cabellos rulos, y en esos ojos grises, grises como el invierno, como el invierno sin frió. Así se sentían esos sentimientos, todos esos que se negó en la vida, y que justo ahora en la muerte anhelaba.

Irónica la razón humana. Fue lo primero que le dijo aquel hombre de los huesos viejos. Ella, solo mantenía el silencio, en ese hilito de espanto que crea la sorpresa de ver algo esperado pero nunca visto.

Ahora ni yo puedo cargar con tu peso. Mantenía dicho hombre el curso del monologo, o de aquel intento de dialogo. Es lo menos que puedes hacer, callar, callar al viento todo mero intento de excusarte, y deja que el tiempo, el único que queda, desgastar tu humano cuerpo. Aunque mejor procura que desgaste tu alma también.

III - Donde nadie te veia


Pasaban así las noche entre la indecisión y la agonía,  la agonía del pensar. Una noche de esas mientras su vista se perdía en las estrellas a pesar de no observar nada, no porque fuera ciega, sino más bien porque no quería mirar, recordaría ella el dulce campo de violetas en el cual creía que sería su único hogar. Ese inocuo lugar al que ella llamaba casa, al que ya no podía volar como lo acostumbraba. Hace años que en aquellos jardines no hay violetas. Por cosas del destino o el azar, ahora solo se puede pisar tierra árida en aquel lugar. Lo único verde que queda es el viejo roble, día a día llegando a su triste final.

Allí también vería al hombre de los huesos viejos, ese que la visito por última vez, para solo decirle cuanto la despreciaba, cuanto deseaba que las cosas no fueran así, de cuanto no quería ayudarla. Por aquel entonces en hombre de los huesos viejos no hablaba con ella…. Solo jugaba. Así pasaban muchas horas estos conocidos extraños, una solo viviendo como mejor podía, y el otro adelantándose un rato. La señora de los cabellos blancos solo pudo entrar en pánico al ver a Katherine jugando con dicho hombre en aquel lugar. Katherine hasta la noche de hoy nunca había entendido la cara de espanto de la señora de los cabellos blancos, hoy apenas sentía como murmullo las lagrimas de aquella bruja que solo se deleitaba con el bailar.

Afortunada tu inocencia o tu ignorancia, cualquiera de las dos, afortunada. Le dijo aquella señora a Katherine, entre un temblar poco común para ella, que hasta ese día no había conocido el miedo. Hoy tampoco ha llegado a conocerlo. No el miedo no, no ese miedo al que estamos acostumbrados, por su parte la pequeña Katherine conoce algo distinto. Tal vez por su cercanía a la muerte quedo rota su alma, o por quien sabe qué cosa, pero Katherine solo era capaz de continuar, no detenerse. Tan solo hasta ahora se encontraba allí, en el suelo, en aquel frio lugar, sin luz ni mucho aire parea respirar, tan solo hasta ahora esta alma se había quedado quieta, buscando la paz extraviada, la paz que de niña ella solía amar.

domingo, 19 de agosto de 2012

I - Donde nadie t veia

Así pensó que se encontraba aquella muchacha, mas extraviada en si misma que en el espacio. Prefería hacerlo así, ya que su realidad le resultaba un espanto. Eran ya 40 los días que tenia hacinada en aquel cuarto oscuro, donde todo el mundo sabia que se encontraba, pero donde nadie se atrevía a buscarla.

Mientras respiraba, sentía como poco a poco el dolor se desvanecía. Salia de su cuerpo en cada exhalación, pero como mucha de las cosas que ultimadamente había hecho, aquello también era en vano, pues con cada inhalación ese mismo dolor que se había ido, regresaba con otro color. Otro tono. Como otro regalo, uno de esos que sabes que no te pertenece, y que nunca sera tuyo, por mas que lo hayas usado o cuidado.

Lo cierto era que aquel cuarto ya no soportaba mas oscuridad, no soportaba mas ese vapor, ese que quema la piel y llega hasta al musculo, pero también era cierto que ella ya no podía salir, aunque mas que eso ya no se atrevía. Ya no era justo para ella ni para nadie que lo hiciera, al menos por ahora y hasta ahora, aquello era lo mejor, pero como toda idea humana, en algún momento se quiebra, y da paso a esos miedos e incertidumbres, que bien terminas venciendo, o terminan matándote.

Katherine había matado a su amante, a su hermana, a su novio, y a su nana. Ella había acabado con muchas vidas, que a su vez apagaron muchas de las miradas, que una vez se posaban sobre ella. Nadie la buscaba para juzgarla. Y era eso lo que realmente mas la molestaba.



Mi experimento!!!

Hola... tu lector curioso. A partir de ahora comenzare un pequeño proyecto. Es mi primer intento de novela en linea. Semanalmente los días domingo en la noche subiré contenido acerca de una novela que aun no se de que va a  tratar. Simplemente dejare que la inspiracion me llegue cuando este al teclado, y lo que salga se publique. Algo mas espontaneo. Mas del pensamiento. Esperare que les guste. Hasta luego. Nos vemos pronto!!!!