miércoles, 29 de mayo de 2013

I - La casa de cristal



                Tres pasos de distancia los separaba. Una inmensa oscuridad hacia la distancia. A diferencia de la vez anterior Katherine estaba al frente de una casa muy normal, ante una luz muy normal. Nada de brillos cauterizantes, ni luces ciegas, ni oscuridades emergentes. Solo algo normal. Sin suelo, pero normal. Aquello era solido, pero no se podía tocar. Solo permitía poder posarse en el, solo permitía sostenerse mas no palparlo. Confuso era pues se podía caminar en la dirección que se quisiese. La casa a veces era derecha, otras al revés, y muchas estrecha, pero al fin y al cabo normal. Aquella casa nacía de sí misma y terminaba en ella hacia adentro desde adentro mismo. Hacía imposible si decidir si se estaba afuera u adentro, algo por ende muy normal. Mientras más ponía atención en todo eso, mas desordenado era, mas detalles invadían el lugar, pero no como el sitio de aquella masa blanquecina, en donde las cosas tomaban forma, no como aquel lenguaje naciente, no de esa manera no, simplemente se agregaban, se superponían así mismas dentro de ellas mismas. Todo era como pensante, como algo que reacciona cuando algo más crea algo o lo cree, ese algo suficiente para iniciar un efecto continuo y permanente. Todo cuanto todo comenzó a tener una dimensión extraña, en la que ahora era ella quien se estiraba en una espiral infinita y comenzaba a desdoblarse de sí y a dividirse. Ya no estaba tan sola pues se hacía compañía a si misma infinitamente. Ya nada tenia ningún sentido ni realidad. Tan solo se motivo en lo último a cerrar sus ojos. Trato de no pensar, ni sentir. Volvió a esos días en que de pequeña aun más pequeña debía simular que nada existía. De que su padre y madre no peleaban. Catania por su parte nunca presto atención a aquellas discusiones, ni alborotos, siempre los ignoraba en su mundo ideal de muñecas y príncipes. Ella era la única de las dos que siempre pensaba en casarse. Katherine por su parte no podía ignorar aquello tan fácil. Siempre que pasaba se disponía a cantar una melodía que Amalia siempre le cantaba en las noches de hiperactividad por el azúcar.
Calma, calma, calma, calma
Siempre a su almohada
 Suaves son las ganas
Tal, sal, cal.

Ella nunca entendió la letra, pero el ritmo siempre la hacía dormir. La llevaba a no pensar.

Con la mente en negro como el espacio vacío, así aquel lugar de la casa extraña desapareció y se torno tan vacio como su pensamiento. Sería difícil para cualquiera poder decir si ese vacio realmente lo estaba, vacio. Sería difícil para cualquiera poder afirmar que ella estaba allí y que no, que todo eso si se percibía, entonces algo al menos, una extensión de su dimensión ocupaba. “La sal y la cal son blancas.” Un pensamiento que se coló en su mente de repente y sin aviso. Así, de la misma manera, blanco se torno el vacio. Ahora si bien la oscuridad es la usencia de la luz, el vacio es la ausencia de que alguien lo ocupe, y ¿el pensamiento la ausencia de qué?, ¿Qué comienza a faltar cuando pensamos? La oscuridad no existe así como el frio ya que no hay manera de que estos se generen espontáneamente, entonces que precede a la ausencia del pensamiento mismo. Entre un dilema menos elaborado que otro y pensamientos cada vez más grumosos, Katherine abrió sus ojos y vio el blanco del vacío. Ella no se sintió a gusto con ese blanco, por lo que pensó en nada nuevamente, y todo volvió al negro anterior. Decidió abrir sus ojos nuevamente. No encontró diferencia alguna. Pensó si aun los mantenía cerrados y los cerro, pues la penumbra era tal, que ni su mano en frente de ella le dejaba ver. Suspiro profunda y lentamente, y pudo recordar la brisa del mar y el cielo estrellado, uno de esos en donde ninguna estrella falta, todas reunidas allí arriba, estáticas y brillantes, en un cielo sin nubes y muy transparente, tanto así que daba la impresión de no haber cielo, sino solo las estrellas. Si ella lo hubiese querido agarrarlas entre sus dedos, así hubiese sido, pero en vez de fijarse en detalles vánales, entendió que todo el lugar variaba según su pensamiento. Así empezó a dibujar una casa en su mente, ante sus ojos, pero no quiso construir el suelo, pues pensó que sería divertido poder flotar y moverse a donde quisiese sin detalles físicos importantes, sin limitaciones. Ya las cosas no se desdoblaban ni se generaban de sí mismas. Esta vez sí estaban definidas, tenían su significado acostumbrado, el de la normalidad.

Katherine aprovecho las ventajas de la mente y creo todo lo que quiso, menos algo, las cosas que conocía, que ya existían, por más que las imaginara o recordara, no aparecían ante ella, nada de la luz cauterizante, o del bosque con el que se obsesionó, mucho menos las cosas físicas del mundo en donde vivía. Por instantes pensó en su padre, y este apareció ante ella. De espaldas y trabajando en sus cosas como siempre, pero allí estaba su padre, pero por más que corrió para hablar con él, simplemente se alejaba más, hasta que su padre se convirtió en un punto pequeño, y entonces todo volvió a ser oscuro. Llorar fue lo que su instinto le ordeno, llorar dolorosa y profundamente. La oscuridad se disipo, y ahora estaba sumergida en una penumbra roja difusa, donde las cosas no estaban definidas pues se difundían en la luz misma, era difícil decir donde terminaba el cuerpo y en donde empezaba el espacio vacío. Quiso ver su rostro cuando aquella penumbra roja la golpeo con su luz difusa. Recordó el espejo en forma de luna que encontró aquella vez en el bosque de la luz cauterizante y este estaba en su bolsillo izquierdo. Este espejo ya no estaba invertido, pero por más que trato de verse en el, solo veía una pantalla negra. Lo guardo nuevamente y se sentó.
Luis quien apenas lograba deslumbrar las cosas, pues los recuerdos de muerte lo invadían, pero era la sensación de que ya sabía, que ya conocía lo que ahora tomaba su cuerpo, pues a diferencia de Katherine aquella realidad no era surreal el, al menos no tanto como para ella. Luis estaba en el bosque de los espejos. El no lo sabía. Tampoco ninguno de los dos lo supo nunca con seguridad. Pero llego a ese primer lugar que visito ella después de perderse en ese marco. Mientras ella bailaba entre sus dilemas y demonios, el solo camino y camino. De esa manera consiguió un riachuelo gris sin brillo. Este estaba quieto, parecía estar inmóvil y en el habían peces de una variedad de colores opacos y rojizos, los cuales estaban muy vivos y normales se podría decir, lo extraño era que nadaban justo encima de esa agua gris. Luis con algo de esfuerzo tomo uno entre sus manos y lo saco del sendero del riachuelo y este murió en segundos. De nuevo no busco entendimiento, simplemente observo y observo con detalle, como espectador que ve una película sin subtítulos en un idioma que no conoce pero que lo atrapa con su acción, así el observo eso. El como el pez desaparecía en el aire, el cómo se hizo polvo, el cómo paso a ser nada en segundos. Luis tomo conciencia luego de todo aquello y empezó a buscar a Katherine, al menos tratar de salir de allí y volver a tierra conocida, y aunque no tenía idea alguna de a donde caminar, simplemente comenzó a seguir ese riachuelo gris. En el camino a orilla de aquel riachuelo a 15 minutos de donde había tomado el pez vio una mujer mayor y trato de gritarle por ayuda, sin quererlo se dio cuenta de algo, y fue el que las cosas no hacían ruido, nada perturbaba ese silencio desapercibido, pero no cualquier silencio, sino mas bien uno de esos silencios que no son de este mundo, uno que no zumba tus oídos, uno que no parece extraño, y que en su vacio de sonidos pareciera estar lleno, pero al final todo estaba en silencio. Tan solo siguió caminando hacia la anciana que llenaba un baldé con aquella gris quieta, que ni se perturbaba al contacto del mismo.

Cuando ya estuvo cerca de la anciana esta dio media vuelta hacia a él y le sonrió. El silencio aun permanecía y la anciana le sonreía, mientras que con su mano derecha le señalaba la muñeca de su mano para después hacer un circulo con su dedo índice señalando al cielo, que por cierto parecía ser el cielo que siempre había visto, con todas las cosas en su lugar. Casi de inmediato entendió que se hacía tarde, pues el cielo tenía el tono anaranjado del atardecer. Luis hizo el intento de preguntarle a la Anciana algo sobre aquel lugar, algo sobre Katherine, pero se detuvo antes de hacerlo al recordar que no era posible hacer ruido alguno en aquel lugar. La anciana lo invito a que siguiera en su intento haciéndole un gesto con sus manos, pero Luis solo fue capaz de mover sus labios aunque para sorpresa de él, ella le respondió diciendo, “atraviesa este riachuelo en vez de seguirlo y todo se te dará”. Si le hubieran pedido al pobre muchacho que describiera aquello, de seguro habría hecho algún comentario a algo mágico, pues cuando la Anciana movió sus labios todo recobro el sonido natural, ese silencio impuesto como en dictadura desapareció, pero tan pronto cayo, el silencio recobro su puesto. Justo antes de que el decidiera cruzar el riachuelo gris, se disponía a formular una nueva pregunta cuando esta le dijo rompiendo el sonido nuevamente,  “no te preocupes, tan solo piensa”. Para el aquellas palabras eran más que inútiles, por lo que decidió dejar a la Anciana atrás.

 Al cruzar el riachuelo todo cambio y ahora estaba en una oscuridad similar a la que Katherine encontrara la segunda vez que visito el bosque de los espejos, pero esta oscuridad se abría paso en una especie de camino a quien sabe dónde, un donde que Luis pretendía averiguar, pues ¿Qué otra cosa podría hacer si el camino a casa no lo conoce? Lo cierto es que camino por aquel sendero únicamente iluminado, únicamente señalado. Luego de rato en un punto ya distante del riachuelo Luis comenzaba a desistir, pues nada le daba garantía de nada, las dudas inclusive las escuchaba en el aire mismo. Así fue como se sentó en ese suelo de baldosas blancas, así fue como se detuvo finalmente a pensar, y se acordó de Katherine, pues había concentrado tanto sus energías en buscar una salida que no le dio tiempo a su pensamiento posarse en la pequeña. Se podía mirar en ambas direcciones, bien sea atrás o adelante, el camino parecía ser eterno y muy recto, uno de esos que pareciera muy empinado y de paso ya empezaba hacer frió  Decidió seguir pero ya su objetivo había cambiado, ya lo primordial era la pequeña, y con solo camina unos instantes el camino llego a una intersección de tres caminos, los camino de la izquierda y la derecha se veían igual de largos que el que al principio transitaba. No existía diferencia alguna entre dichos caminos. El único diferente era el camino central, el cual era un camino ciego a la nada, aun callejón negro y corto. Así recordó entonces a su padre cautivándolo con el truco de la moneda detrás de la oreja, truco al que con el tiempo descubrió lo simple que era, pero lo que realmente descubrió es que el truco no era lo importante, sino quien lo ejecute, pues aun de saber que todo era mentira, su padre siempre podía imprimir esa impresión de sorpresa, esa magia real, esa vida que solo toman las cosas cuando se hacen con pasión, cuando se aman. Ya estaba el cansado y prefirió cruzar esa oscuridad, deseando que esta le permitiera pasar. Finalmente la cruzo y allí estaba ella, aun de espaldas con sus ojos cerrados, pero finalmente allí estaba.