Tres
pasos de distancia los separaba. Una inmensa oscuridad hacia la distancia. A
diferencia de la vez anterior Katherine estaba
al frente de una casa muy normal, ante una luz muy normal. Nada de brillos
cauterizantes, ni luces ciegas, ni oscuridades emergentes. Solo algo normal.
Sin suelo, pero normal. Aquello era solido, pero no se podía tocar. Solo
permitía poder posarse en el, solo permitía sostenerse mas no palparlo. Confuso
era pues se podía caminar en la dirección que se quisiese. La casa a veces era
derecha, otras al revés, y muchas estrecha, pero al fin y al cabo normal.
Aquella casa nacía de sí misma y terminaba en ella hacia adentro desde adentro
mismo. Hacía imposible si decidir si se estaba afuera u adentro, algo por ende
muy normal. Mientras más ponía atención en todo eso, mas desordenado era, mas
detalles invadían el lugar, pero no como el sitio de aquella masa blanquecina,
en donde las cosas tomaban forma, no como aquel lenguaje naciente, no de esa
manera no, simplemente se agregaban, se superponían así mismas dentro de ellas
mismas. Todo era como pensante, como algo que reacciona cuando algo más crea algo
o lo cree, ese algo suficiente para iniciar un efecto continuo y permanente.
Todo cuanto todo comenzó a tener una dimensión extraña, en la que ahora era
ella quien se estiraba en una espiral infinita y comenzaba a desdoblarse de sí
y a dividirse. Ya no estaba tan sola pues se hacía compañía a si misma
infinitamente. Ya nada tenia ningún sentido ni realidad. Tan solo se motivo en
lo último a cerrar sus ojos. Trato de no pensar, ni sentir. Volvió a esos días
en que de pequeña aun más pequeña debía simular que nada existía. De que su
padre y madre no peleaban. Catania
por su parte nunca presto atención a aquellas discusiones, ni alborotos,
siempre los ignoraba en su mundo ideal de muñecas y príncipes. Ella era la
única de las dos que siempre pensaba en casarse. Katherine por su parte no podía ignorar aquello tan fácil. Siempre
que pasaba se disponía a cantar una melodía que Amalia siempre le cantaba en las noches de hiperactividad por el
azúcar.
Calma, calma, calma, calma
Siempre a su almohada
Suaves son las ganas
Tal, sal, cal.
Ella nunca entendió la letra,
pero el ritmo siempre la hacía dormir. La llevaba a no pensar.
Con la mente en negro como el
espacio vacío, así aquel lugar de la casa extraña desapareció y se torno tan
vacio como su pensamiento. Sería difícil para cualquiera poder decir si ese
vacio realmente lo estaba, vacio. Sería difícil para cualquiera poder afirmar
que ella estaba allí y que no, que todo eso si se percibía, entonces algo al
menos, una extensión de su dimensión ocupaba. “La sal y la cal son blancas.” Un
pensamiento que se coló en su mente de repente y sin aviso. Así, de la misma
manera, blanco se torno el vacio. Ahora si bien la oscuridad es la usencia de
la luz, el vacio es la ausencia de que alguien lo ocupe, y ¿el pensamiento la ausencia
de qué?, ¿Qué comienza a faltar cuando pensamos? La oscuridad no existe así
como el frio ya que no hay manera de que estos se generen espontáneamente,
entonces que precede a la ausencia del pensamiento mismo. Entre un dilema menos
elaborado que otro y pensamientos cada vez más grumosos, Katherine abrió sus ojos y vio el blanco del vacío. Ella no se
sintió a gusto con ese blanco, por lo que pensó en nada nuevamente, y todo
volvió al negro anterior. Decidió abrir sus ojos nuevamente. No encontró diferencia
alguna. Pensó si aun los mantenía cerrados y los cerro, pues la penumbra era
tal, que ni su mano en frente de ella le dejaba ver. Suspiro profunda y
lentamente, y pudo recordar la brisa del mar y el cielo estrellado, uno de esos
en donde ninguna estrella falta, todas reunidas allí arriba, estáticas y
brillantes, en un cielo sin nubes y muy transparente, tanto así que daba la
impresión de no haber cielo, sino solo las estrellas. Si ella lo hubiese
querido agarrarlas entre sus dedos, así hubiese sido, pero en vez de fijarse en
detalles vánales, entendió que todo el lugar variaba según su pensamiento. Así
empezó a dibujar una casa en su mente, ante sus ojos, pero no quiso construir
el suelo, pues pensó que sería divertido poder flotar y moverse a donde quisiese
sin detalles físicos importantes, sin limitaciones. Ya las cosas no se
desdoblaban ni se generaban de sí mismas. Esta vez sí estaban definidas, tenían
su significado acostumbrado, el de la normalidad.
Katherine aprovecho las ventajas de la mente y creo todo lo que
quiso, menos algo, las cosas que conocía, que ya existían, por más que las
imaginara o recordara, no aparecían ante ella, nada de la luz cauterizante, o
del bosque con el que se obsesionó, mucho menos las cosas físicas del mundo en
donde vivía. Por instantes pensó en su padre, y este apareció ante ella. De
espaldas y trabajando en sus cosas como siempre, pero allí estaba su padre,
pero por más que corrió para hablar con él, simplemente se alejaba más, hasta
que su padre se convirtió en un punto pequeño, y entonces todo volvió a ser
oscuro. Llorar fue lo que su instinto le ordeno, llorar dolorosa y
profundamente. La oscuridad se disipo, y ahora estaba sumergida en una penumbra
roja difusa, donde las cosas no estaban definidas pues se difundían en la luz
misma, era difícil decir donde terminaba el cuerpo y en donde empezaba el
espacio vacío. Quiso ver su rostro cuando aquella penumbra roja la golpeo con
su luz difusa. Recordó el espejo en forma de luna que encontró aquella vez en
el bosque de la luz cauterizante y este estaba en su bolsillo izquierdo. Este
espejo ya no estaba invertido, pero por más que trato de verse en el, solo veía
una pantalla negra. Lo guardo nuevamente y se sentó.
Luis quien apenas lograba deslumbrar las cosas, pues los recuerdos
de muerte lo invadían, pero era la sensación de que ya sabía, que ya conocía lo
que ahora tomaba su cuerpo, pues a diferencia de Katherine aquella realidad no era surreal el, al menos no tanto
como para ella. Luis estaba en el
bosque de los espejos. El no lo sabía. Tampoco ninguno de los dos lo supo nunca
con seguridad. Pero llego a ese primer lugar que visito ella después de
perderse en ese marco. Mientras ella bailaba entre sus dilemas y demonios, el
solo camino y camino. De esa manera consiguió un riachuelo gris sin brillo.
Este estaba quieto, parecía estar inmóvil y en el habían peces de una variedad
de colores opacos y rojizos, los cuales estaban muy vivos y normales se podría
decir, lo extraño era que nadaban justo encima de esa agua gris. Luis con algo de esfuerzo tomo uno
entre sus manos y lo saco del sendero del riachuelo y este murió en segundos.
De nuevo no busco entendimiento, simplemente observo y observo con detalle,
como espectador que ve una película sin subtítulos en un idioma que no conoce
pero que lo atrapa con su acción, así el observo eso. El como el pez
desaparecía en el aire, el cómo se hizo polvo, el cómo paso a ser nada en
segundos. Luis tomo conciencia luego
de todo aquello y empezó a buscar a Katherine,
al menos tratar de salir de allí y volver a tierra conocida, y aunque no tenía
idea alguna de a donde caminar, simplemente comenzó a seguir ese riachuelo
gris. En el camino a orilla de aquel riachuelo a 15 minutos de donde había
tomado el pez vio una mujer mayor y trato de gritarle por ayuda, sin quererlo
se dio cuenta de algo, y fue el que las cosas no hacían ruido, nada perturbaba ese
silencio desapercibido, pero no cualquier silencio, sino mas bien uno de esos
silencios que no son de este mundo, uno que no zumba tus oídos, uno que no
parece extraño, y que en su vacio de sonidos pareciera estar lleno, pero al
final todo estaba en silencio. Tan solo siguió caminando hacia la anciana que
llenaba un baldé con aquella gris quieta, que ni se perturbaba al contacto del
mismo.
Cuando ya estuvo cerca de la
anciana esta dio media vuelta hacia a él y le sonrió. El silencio aun
permanecía y la anciana le sonreía, mientras que con su mano derecha le
señalaba la muñeca de su mano para después hacer un circulo con su dedo índice
señalando al cielo, que por cierto parecía ser el cielo que siempre había
visto, con todas las cosas en su lugar. Casi de inmediato entendió que se hacía
tarde, pues el cielo tenía el tono anaranjado del atardecer. Luis hizo el intento de preguntarle a la Anciana algo sobre aquel lugar, algo
sobre Katherine, pero se detuvo
antes de hacerlo al recordar que no era posible hacer ruido alguno en aquel
lugar. La anciana lo invito a que siguiera en su intento haciéndole un gesto
con sus manos, pero Luis solo fue capaz de mover sus labios aunque para
sorpresa de él, ella le respondió diciendo, “atraviesa este riachuelo en vez de
seguirlo y todo se te dará”. Si le hubieran pedido al pobre muchacho que
describiera aquello, de seguro habría hecho algún comentario a algo mágico,
pues cuando la Anciana movió sus
labios todo recobro el sonido natural, ese silencio impuesto como en dictadura
desapareció, pero tan pronto cayo, el silencio recobro su puesto. Justo antes
de que el decidiera cruzar el riachuelo gris, se disponía a formular una nueva
pregunta cuando esta le dijo rompiendo el sonido nuevamente, “no te preocupes, tan solo piensa”. Para el
aquellas palabras eran más que inútiles, por lo que decidió dejar a la Anciana atrás.
Al cruzar el riachuelo todo cambio y ahora
estaba en una oscuridad similar a la que Katherine
encontrara la segunda vez que visito el bosque de los espejos, pero esta
oscuridad se abría paso en una especie de camino a quien sabe dónde, un donde
que Luis pretendía averiguar, pues
¿Qué otra cosa podría hacer si el camino a casa no lo conoce? Lo cierto es que
camino por aquel sendero únicamente iluminado, únicamente señalado. Luego de
rato en un punto ya distante del riachuelo Luis
comenzaba a desistir, pues nada le daba garantía de nada, las dudas inclusive
las escuchaba en el aire mismo. Así fue como se sentó en ese suelo de baldosas
blancas, así fue como se detuvo finalmente a pensar, y se acordó de Katherine, pues había concentrado tanto
sus energías en buscar una salida que no le dio tiempo a su pensamiento posarse
en la pequeña. Se podía mirar en ambas direcciones, bien sea atrás o adelante,
el camino parecía ser eterno y muy recto, uno de esos que pareciera muy
empinado y de paso ya empezaba hacer frió Decidió seguir pero ya su objetivo
había cambiado, ya lo primordial era la pequeña, y con solo camina unos
instantes el camino llego a una intersección de tres caminos, los camino de la
izquierda y la derecha se veían igual de largos que el que al principio
transitaba. No existía diferencia alguna entre dichos caminos. El único
diferente era el camino central, el cual era un camino ciego a la nada, aun
callejón negro y corto. Así recordó entonces a su padre cautivándolo con el
truco de la moneda detrás de la oreja, truco al que con el tiempo descubrió lo
simple que era, pero lo que realmente descubrió es que el truco no era lo
importante, sino quien lo ejecute, pues aun de saber que todo era mentira, su
padre siempre podía imprimir esa impresión de sorpresa, esa magia real, esa
vida que solo toman las cosas cuando se hacen con pasión, cuando se aman. Ya
estaba el cansado y prefirió cruzar esa oscuridad, deseando que esta le
permitiera pasar. Finalmente la cruzo y allí estaba ella, aun de espaldas con
sus ojos cerrados, pero finalmente allí estaba.